miércoles, 7 de mayo de 2008


MADRID: CUNA Y ESCENARIOS DE LAS "VIDAS MALDITAS"




Putas, absenta, harapos, cafés, cigarrillos, noches sin fin, paseos interminables, tertulias encolerizadas, vagabundeo por redacciones, sablazos... La bohemia artística y literaria existió de veras y nutrida en España, en Madrid, durante los sesenta y tantos años que abarcan el último tercio del siglo XIX y el primero del XX. Lo de la postguerra era otra cosa: era hambre obligatoria, bohemia obligatoria. Ilustres bohemios fueron Dorio de Gadex, hermano de Sawa; Pedro Luis de GálveZ; Armando Buscarini o Emilio Carrere. De Prada es quien más fielmente ha retratado este mundo modernamente con Las máscaras del héroe, si bien ya lo hizo muy bien antes Valle Inclán. Por cierto, el último gran café madrileño de la bohemia que quedaba abierto, el Lion d´Or en la calle Alcalá, hace ya un tiempo que es un pub irlandés.
Si alguien discutiera el primer lugar en el podium de los bohemios a Alejandro Sawa, ése podría ser otro malagueño, Pedro Luis de Gálvez, aquel que en el Madrid sitiado por los franquistas iba vestido de miliciano con sombrero mariachi y pistolones al cinto; aquel que según unos salvó centenares de vidas de gentes encarceladas en las checas, pero que según otros cometió abusos y desmanes. La vida de Gálvez, que terminaría fusilado en la cárcel, fue la de un ácrata descreído y talentoso, un antisistema noctívago y mujeriego, actor de teatro, sonetista, deslenguado, procaz, provocador, sablista confeso. Pero la línea de la bohemia malagueña iniciada por Sawa, tiene muchos más nombres. Hoy no hay sitio para tal estilo de vida, pero el periodismo proporciona todavía gentes no dadas al horario, aficionados a la noche, de caótica vida personal, prosa deslumbrante, talento poco común y arrestos suficientes para decir alto y claro todo lo que incomoda siempre que sea verdad y lo dicte su conciencia.
(José María Loma para Diario de Mallorca)

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